Me he quedado sin Hypnose de Lancôme. Las últimas gotas las
gasté ayer. Y he de decir que ha sido una experiencia interesante compartir
espacio físico con ese perfume. Porque no tenía buenas críticas ni un feedback
demasiado halagüeño sobre el mismo y he descubierto que, al final, es como
todo: hay que probarlo para poder dar una opinión y eso he hecho.
Partía de la base de que era un perfume pesado, o eso decía
la mayor parte de las que lo habían probado. Más adecuado para la noche que
para el día y un poquito machacón.
Bueno, pues a mí no me lo ha parecido, aunque reconozco que
tengo debilidad por los perfumes persistentes y este lo es. Mezcla la esencia
de la flor de la pasión asociada a la vainilla y al vetiver. Y me encanta la
vainilla. Así que lo mismo no soy de fiar.
Pero el caso es que me ha gustado. Ahora, no creo que vuelva
a él en un tiempo, porque aunque me ha gustado, es excesivamente caro y tampoco
entra dentro de la lista de mis preferidos, a diferencia de lo que sucede con Ámbar.
En cualquier caso, las atrevidas, y las que vayáis bien de pelas, si os
apetece, probadlo. Y fijaos en el frasco, por cierto, que es precioso,
inspirado en un diseño de los cincuenta que rendía homenaje a la belleza de las
geishas. Yo el frasco lo guardaré.
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